Aunque admito que la temporada pasada fue de las más flojas, el libro que le corresponde era de los mejores de la saga, dado que por fín, Eric y Sookie estaban juntos, como todos deseábamos. Esperaba que en esta temporada, sin embargo, los guionistas se hubiesen dado cuenta que debía encauzar la historia hacia otros derroteros.
Y lo hicieron...Pero ha sido un desastre!!!
Hay series como Vampire Diaries, que al deshacerse de la historia de los libros, empezaron a alcanzar mayor calidad. Sin embargo, no es el caso de True Blood.
Se han encariñado tanto con ciertos personajes, que les es imposible desprenderse de ellos. Lo único que han conseguido, es terminar con una temporada, donde las historias se mezclan y donde muchas de ellas, se quedan a medias por falta de tiempo. Muchos de los protagonistas terminan como relleno y otros, como extras de una historia que se ha ido enredando, hasta el punto de resultar ininteligible.
Una de ellas es la historia de Terry y ese humo negro del pasado que lo persigue, y que sin lugar a dudas, sobraba.
Otra, es la de Lafayette. Empezó con buen pie tras su secuestro, pero como casi todas, quedaron a medias.
Cosas como esas, dieron
pie a que el suceso con el misterioso Warlow y el lado hada de Sookie, ni siquieran
se mencionasen en el último capitulo, como si lo hubiesen olvidado.
Con un primer capítulo que prometía mucho, ya nos dimos cuenta que el triángulo amoroso entre Sookie, Bill y Eric, se dejaría a un lado, para centrarnos en la Autoridad Vampírica y su religión, basada en una biblia anterior a la humana y con la voz de Lilith, la primera mujer de Adán, como protagonista de sus tramas sangrientas. Una idea atractiva que aplaudo y que sin lugar a dudas, dio ritmo a una temporada plagada de altibajos.
Roman, nos hace ver la política de respeto hacia los humanos y que gira, tras la presencia de Russell y las ideas de los sanguinistas, hacia todo lo contrario: la auténtica naturaleza de los vampiros, la doblegación total de los humanos. Podría verse como una crítica hacia la facilidad con la que la religión puede cambiar según la condición de los poderosos, pero sería demasiado profundo para una serie, que sólo desea satisfacer nuestros instintos más ocultos.
La aparición de Russell Edginton, dio el toque de maldad que siempre había tenido Eric y que ahora, parecía disfrazado del hermano siamés de Bill. Junto a él, un patético reverendo Newlin, reconvertido en vampiro gay, intentaron ofrecer ese humor negro que le faltaba a la serie, sin mucho éxito.
¿En serio nos podemos creer que tanto Bill como Eric se olviden de Sookie tan rápido después de tanto quebradero de cabeza?
No es que Sookie cuente con mi total devoción, pero convertirla en un títere en esta temporada, ha sido crue.
Después de lo sucedido con Tara, parece olvidarse de ella con exacerbada facilidad. Lo mismo con Warlow; un vampiro poderoso, a la que se le entregó incluso antes de haber nacido. Algo que parecía atormentarla, hasta que el guión cambió. Y no hablemos de ese intento de sexo salvaje con Alcide y que terminó en un simple magreo.
Tara es otro de esos personajes adorados por la serie, que transforman a su antojo, para darle un hueco a una historia que en el libro, por ejemplo, inevitablemente se pierde por falta de protagonismo.Y su nueva vida como vampiro, sigue en un Fangtasia, que sin la presencia de Eric, se vuelve desolado y sin encanto, por mucho que Pam ( uno de los mejores personajes), se esfuerce por darle importancia.
Y lo más desolador...Eric es de los personajes más castigados, tanto en la serie como en el libro. ¿Cómo se las ingenian para destruir a uno de los vampiros más carismáticos que conozco? (y conozco muchos)
En espera de la próxima temporada, seguiré con la esperanza de que, después de la partida de su creador, Alan Ball, la serie vuelva a encontrar el camino que tanto nos sorprendió en las primeras temporadas.
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